jueves, 4 de agosto de 2011

Raúl Alameda Ospina “Otro sobreviviente del Bogotazó, quizás uno significativo”




Por Diego Andrés Ospina Abril

Bogotá tiene unos paisajes que son contradictorios, al igual que en el barrio Calatrava ubicado en el norte de la ciudad. En una cuadra se encuentra un ordenado grupo de casas al estilo inglés, con lujosos autos y hasta dos empleadas de servicio por casa y a la siguiente calle hay una montaña a punto de caerse por las decenas de casas de ladrillo con tejas de plástico donde viven mínimo seis personas, la contradicción de esta ciudad no para allí; cerca la avenida Boyacá con Suba se encuentra el hogar de un personaje que vivió El Bogotazo y arengó a las masas a acabar con la opresión de los oligarcas, lo paradójico es que es un hombre sabio, asiduo lector, ciego y vive en una zona que se puede llamar aristocratica.

Una subida empedrada, con matorrales y arboles, adornan el camino de entrada a un lugar nunca imaginado en esta zona de la ciudad. Un portón desvencijado se abre, se asoma Teresa de Alameda y dice:

―Sigan están en su casa.

Una casa de campo se asoma en medio de las calles asfaltadas, el pasto que ya aparecía por debajo de la puerta ahora nos daba paso a una casona de las viejas pero bonitas. Entrar a esa casa es como volver unos años atrás, la sala es un amplio espacio que se localiza a pocos pasos de la entrada allí Juan David Alameda arregla las cortinas y habla con un hombre que está sentado de espaldas, lentamente este hombre se para del sillón y saluda. Su rostro es afable, tiene una boina a cuadros de donde largos pelos blancos salen de ella, así como una esponjosa y abultada barba del mismo color le cubre el rostro, un ojo azul claro solo mira el horizonte y otro café se mueve ágilmente en busca de imágenes, su ropa es elegante pero informal; un abrigo de paño oscuro y debajo un saco de lana, un pantalón muy planchado y unos zapatos de cuero le dan un aire de abuelo sabio. Él Raúl Alameda se desempeña desde 1984 como Secretario Perpetuo de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas, es economista de la Universidad Nacional de Colombia, miembro de la Academia Colombiana de Historia y ha escrito libros sobre diversos temas de historia económica, desarrollo, crecimiento y macroeconomía en América Latina.            

De repente tose fuertemente y me invita a sentarme en su sala se acomoda fragilmente pero a la vez con aire de gran señor, más o menos como lo hacen las personas de edad dice:

Cuando se le pregunta por su dificultad para leer dice tranquilamente Maria Teresa de Alameda es quien se toma el trabajo de leerle  dice:

― Maria Teresa de Alameda es quien se toma el trabajo de leerlme cuando lo necesito.

Según el libro Nueva Historia de Colombia. El bogotazo se resume así: La Universidad Nacional desarrollaba en el mes de abril de 1948 un congreso latinoamericano de estudiantes en el cual participaban Fidel Castro y el Che Guevara. Mientras el gobierno y el poder conservador oligárquico estaban dedicados a adornar Bogotá, ya que el secretario de Estado norteamericano George Marshall venía a participar con un comunicado anticomunista en las programadas sesiones de la novena Conferencia Panamericana.

Bogotá había sido limpiada, no solo sus edificios, también los pobres, los indigentes, los vendedores ambulantes, todas las clases sociales bajas se habían esfumado. Además Gaitán había sido excluido de la representación colombiana a la conferencia porque sus ideas democráticas y acordes con el pueblo no podían ser divulgadas en un escenario público oficial. Con su asesinato la violencia en nuestro país dio inicio a una lucha que no ha acabado todavía, el eterno enfrentamiento entre capitalistas representados por el gobierno y los comunistas representados por la guerrilla. La guerra había comenzado en Colombia.  

Estaba Raúl en el edificio Juan XVII que quedaba cerca de la oficina de Jorge Eliecer Gaitán. Él estaba escuchando radio en su sillón, acompañado de compañeros del apartamento. Uno de ellos dormitaba mientras él escuchaba atentamente un boletín de emergencia, el locutor con una voz clara y escandalosa dijo:

―Acaban de abalear al candidato liberal por la presidencia Jorge Eliecer Gaitán mientras daba un discurso, al parecer fue un policia el culpable.

Gaitán, un personaje, un hombre trabajador, inteligente, capaz y de un gran carácter llegó casi a saborear el poder conquistando a cientos de personas con sus discursos ricos en palabras que les llegaban al corazón de las personas, llenos de esperanza y bonanza. Las ilusiones no se hicieron esperar y la gente lo apoyó hasta el día de su muerte. Sus estudios en el exterior lo convirtieron en un abogado muy respetado, y de vuelta a su país ya estaba preparado para luchar.

Raúl se quedó inmóvil por un momento en el sillón, pero paulatinamente su rostro se empezó a enrojecer, se puso en pie y buscó un arma, encontró lo que más se le pareció a una. fue una pata de cabra, instrumento utilizado para sacar los neumaticos en los talleres de mecanica. Raúl salió de su apartamento y vio a sus vecinos de enfrente, unos estudiantes de medicina, corriendo por el pasillo y le dijeron:  

―Vamos Raúl, vamos a matar policías, fueron ellos, los conservadores les pagaron para que lo mataran.
Raul embravecido se fue a matar al primer policía que viera. Cuando estaba a una esquina del edificio donde vive y vio un policía con su uniforme azul de paño, el sombrero y la placa de metal reluciente, una furia invadió Raúl y se abalanzó contra el oficial para ajusticiarlo, este último al ver su muerte tan cerca y darse cuenta del hombre enardecido decidió quitarse la insignia y se la ofreció diciéndole:

― Los dos sabemos que los conservadores lo querían muerto, me uno uno a usted para buscar a los asesinos.

Raúl se dio cuenta que era cierto lo que le decían y solo sigue hacia el lugar donde Gaitán había sido abaleado. Algunas personas en sus casas estaban pendientes de las posibles noticias que podrían ocurrir en esos instantes.

Al llegar al sitio este  es un caos completo y la muchedumbre tenía ya arrinconado a Roa Sierra frente a una droguería y el hombre asustado dijo:

― ¡Abran, abran la puerta!

Pero lo gente no hacía caso. Raúl pensaba que lo mejor es que hubiera un juicio, un hombre no se puede linchar sin que se le juzgue primero. Roa Sierra resolvió ingresar en la droguería y le rogó al dueño para que cerrara las puertas blancas de hierro de las afueras del local.

Las personas embravecidas golpeaban tanto el local y gritaban al dueño diciéndole que también era cómplice, que el señor abrió las puertas y soltó la presa a la jauría. En ese momento Raúl supo que no había nada qué hacer por ese hombre. Es más él comenta que por tratar de aplicar justicia correctamente casi termina muerto también.

Raul en ese momento fue invadido por una rabia ciega que le indujo a liderar la primera marcha que se haría hacia el Palacio de Nariño, lo gracioso es que despues de unos metros, opto por salirse de la marcha, montarse en un bus y apropiarse de este con fines revolucionarios.

Edificios en llamas, casas destruidas, gente corriendo por todas partes, unos huyendo, otros haciendo de las suyas. La ciudad de Bogotá fue testigo de actos irracionales, la violencia se sumó con más violencia y seguramente lo menos que quería Gaitán era que se presentaran estos hechos que dejaron huellas imborrables en las personas que estaban presentes y que siguen viviendo aún para relatar su propia historia.

Cuando llego a las cercanías de la emisora, algunos desordenes ya habían dejado destrozos a lo largo y ancho del centro de la ciudad, mientras estaba dentro del bus sus compañeros se fuerón bajando, con la excusa de que seguramente ya estaría militarizado el sitio, ya que a pocos metros se encontraba un puesto militar.

Sorprendentemente no había ningun militar en la entrada de la emisora. En la puerta del edificio Raul dijo:

― Esta emisora ahora está en manos de la revolución
hubó alguien que le respondió:

― ¿Usted que cree, que usted solo puede venir a hacer la revolución acá?

El caso es que termino ingresando, quedo solo ante la radio, con las consolas funcionando, no sabía que hacer, hasta que resolvió hablar:

― Aló, aló. Fuerzas liberales izquierdistas de Colombia: se han levantado todas las divisiones de la policía en la capital de la república a favor del movimiento revolucionario…

Al oir disturbios en las afueras del sitio increpó:

― oigan las balas asesinas del régimen.

Y efectivamente se escuchaban los tiroteos en el exterior del recinto.

Raúl solo veía al igual que los miles de colombianos que destruyeron Bogotá, una salida violenta, durante su estancia en la Radiodifusora Nacional, junto a los compañeros que después llegaron se dedico a incitar a las masas.

Raúl mismo sentado en el sillón de vuelta a la sala, después de haber revivido toda la historia de uno de los días fatídicos en la historia de Colombia, su expresión ahora es pensativa, se queda al menos dos minutos pensando sin hablar, su esposa que sin que nos hubiéramos dado cuenta se acomodó en el espaldar del sillón donde estaba él, después de haber repasado el hecho que quizá cambio le rumbo de una nación. Raúl solo dice:

  ― Bueno, vamos a comer algo; que Teresa les preparó.

Raúl cansado, sale de su ensimismamiento, se quita la boina, la pone sobre una mesa, se levanta suavemente, me mira con el único ojo que tiene bueno. Y yo solo pienso tres días de protesta, desenfrenados y desbordados de adrenalina, en los que la malicia colombiana, dejó ver su furia. Y que nos quedo de resultado… incendios, destrucción, desorden, más humillación para los que protestaron y quedaron vivos, dolor y una sensación de vacío con la que suspiró la calle, con una calma asesina y devoradora de almas.






Homenaje a un economista, dedicado a la academia y claro referente de izquierda.
Siempre saludo igual a un ministro que a un lustra botas.
En el cielo te jalaré las barbas de nuevo… 

1 comentario:

  1. <3 Jamás había leído un escrito que reviviera tanto la forma en que mi abuelo, Raúl Alameda, contaba las historias.. Gracias

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